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El Gran reto cruzar el Océano Pacifico


Al cuestionar el verdadero trabajo en equipo me propuse encontrar un ejercicio que nos permitiera estar al límite hacer algo distinto poner a prueba a un equipo en condiciones adversas sin experiencia entonces dí un paso adelante, un paso diferente, con una nueva vivencia a lograr:

El reto fue formar parte de un equipo y llevarlo al límite durante 30 días aproximadamente sin ver tierra; cruzando el océano más grande del planeta, conviviendo en alta mar, a bordo de un velero de 48 pies de eslora, con un solo propósito:

  • Cruzar el Océano Pacífico 3,900 millas náuticas (7,000 kilometros)

  • Con 4 tripulantes a bordo

  • Sin antes haber tenido ningún tipo de relación de trabajo

  • Sin ninguna experiencia previa en alta mar

  • Con una diferencia generacional Baby boomer, GeneracionX y Millenias

  • Sin saber cuáles eran los conocimientos de cada quien -aunque seguramente cada uno contaba con algún expertise o preparación diferente que apoyaría a la práctica durante el reto-

Semana previa. Últimos preparativos.

Una semana de últimas compras, arreglos, acomodo y preparativos para nuestro reto ‘travesía de 30 días aproximadamente en alta mar cruzando el Océano Pacífico’.

La tripulación fue integrándose poco a poco

Dos de los cuatro tripulantes trabajamos juntos en los últimos preparativos, a tan solo una semana de zarpar.

  • Dos personas mayores de 50 años, uno con experiencia en el mar pero por primera vez en un viaje tan largo con habilidad en navegación a vela en viajes costeros, en mecánica y conocedor de nuestra embarcación, y yo con experiencia en viajes de no más de 10 días costeando en el mar, con la habilidad de preparar los alimentos en expediciones y con conocimientos básicos de navegación.

Hicimos las últimas compras de frutas y verduras, las cuales preparamos en embalajes para que aguantaran las temperaturas y el movimiento brusco del viaje. Revisamos las porciones a usar, acomodo del equipo personal, de buceo y de seguridad, alimentos refrigerados y congelados, latería, abarrotes, ropa, herramientas, refacciones, cuerdas, cabos, utensilios de cocina y equipo de cama; por supuesto tratando de ocupar el menor espacio posible, considerando el uso de cada artículo para primeras entradas, primeras salidas y, finalmente, sujetando todo el equipo para impedir su movimiento durante el viaje evitando así rupturas y estableciendo la mayor seguridad posible.

Las principales dificultades

Ir adquiriendo lo necesario para cada quien, ponerse de acuerdo en el uso de los espacios, reconocer la percepción de cada uno en sus prioridades de uso y reglas de cómo usar los artículos y el equipo, y por supuesto la secuencia del consumo de alimentos.

Al aclarar espacios personales, objetivo, intenciones y actividades de cada uno, se nos facilitó el acomodo y los requerimientos, uso de los espacios y áreas personales de trabajo.

De manera anticipada comentamos algunos posibles incidentes como ruptura de velas, mástil o de alguna válvula en el casco; posibles daños, manejo y formas de reparación de nuestro motor principal o de nuestro generador, así como algunos mantenimientos preventivos.

Repasadas las instrucciones generales, una de las dificultades que enfrentamos fue que, a pesar de que cada integrante tenía un conocimiento que compartir para ponerlo en práctica en el camino, la falta de tiempo hizo que los detalles finos los revisáramos sobre la marcha para poder enfrentar cualquier imprevisto no considerado.

Entonces dimos paso a partir.

Primera semana. Inicio en alta mar.

Dimos inicio. La tripulación estaba reunida, teníamos definida la fecha de partida, las condiciones meteorológicas estaban de nuestra parte y teníamos trazado el rumbo a seguir; distribuimos las tareas básicas y discutimos los detalles generales de uso del equipo y de algunos artículos específicos.

Arrancando motores y soltando amarras…

Con entusiasmo, cada tripulante se involucró y participó en las tareas asignadas, más otras no asignadas, ya que con el pasar de los días surgían nuevas y se sumaban a la tarea principal. La primera dificultad fue resolver las guardias nocturnas al cuidado del timón cada tres horas. En caso de emergencia, se tocaría la campana de ‘zafarrancho’ o emergencia y todos asistiríamos al problema que se presentara. Acordamos que sería fundamental gritar la emergencia al momento del toque de la campana para salir lo más preparado posible para la ocasión.

Cada hora con lentitud nos despegábamos de la costa, con el tiempo para despedirnos de tierra firme, de los recuerdos, pendientes dejados en casa todo en el pasado, ver adelante y vivir cada momento con cada detalle que se presentaba me daba la oportunidad de reconocer y compartir al equipo las herramientas de Coscatl que permitieran dar frente de la manera más funcional nos fue obligando a comunicar temores dificultades a enfrentar pedir ayuda a reconocer lo que no sabíamos a hacer o sin la habilidad poder negociar y resolver de manera creativa las dificultades, cada momento tomando decisiones.

Segunda semana. Alta mar en medio de la nada.

Inicia nuestra ‘segunda semana en alta mar’, los vientos iban en aumento y con ello el tamaño de las olas que en algunos momentos alcanzaban hasta los 5 metros de altura. El movimiento nos sacudía cada vez con más fuerza exigiendo el hacer las cosas con mayor cuidado y dedicación.

Tercera semana. Ver el fin del camino.

El tiempo trascurría y daba inicio nuestra tercera semana de travesía; el sol y la luna fueron nuestros principales testigos del avance de las millas recorridas, que eran ya más de las dos terceras partes de la ruta, y cada día con más esperanza y gusto por estar más cerca de completar nuestro reto.

Aprendí esta semana el compartir intenciones, el buscar acciones inspiradoras, hacer las cosas de la mejor manera, de comunicar y ser parte de los planes y estrategias , el reto más grande era luchar contra el cansancio físico acumulado por el trabajo cotidiano las guardias, la rutina del trabajo y el mal dormir.

Cuarta semana. Tierra firme.

El camino seguía, de igual forma las tareas, las olas y los vientos continuaban podría decirse que nos acostumbramos al movimiento, sumado a las tormentas que ahora eran más frecuentes aunque las enfrentábamos con mejor ánimo, ya que aprendimos que eran repentinas y muy rápidas y que de inmediato regresaba la calma. Cada día manteníamos presente el estar cada vez más cerca del final, de nuestro destino, de lograr nuestro reto.

El cansancio era evidente aunque cambiante por día, de acuerdo al descanso y a la tarea realizada. Todos los integrantes de la tripulación vivíamos más momentos de silencio y de introspección por tener el sentimiento de encontrarnos cada vez más lejos de casa.

Con el tiempo las maniobras se nos hacían más fáciles de realizar, el trabajo nunca termina, siempre hay una emergencia y de no ser emergencia siempre hay un imprevisto que atender; cuando decides atenderlo éste siempre tiene una cola que resolver, por ejemplo cuando vas a limpiar algo hay que llegar al fondo de qué fue lo que ensució o lo generó para resolverlo desde la raíz.

Sabiendo que ya nos acercábamos a tierra, escuchamos el grito ‘tierra firme’ viendo la primera silueta de una isla a lo lejos a más de 25 millas de distancia, lo que nos llevaría emparejarnos por lo menos 5 horas y al primer destino de arribo otras 5 horas más, así que la paciencia era fundamental.

De mi parte el logro de un sueño, de una experiencia y un aprendizaje de cómo vivir en una comunidad de trabajo consciente donde la disposición a trabajar a ayudar al prójimo, agregar valor a todo lo que hacemos en beneficio del objetivo común y del equipo, mantenerse abierto a los cambios, mantener un trato con respeto y conservar una actitud propositiva ante los retos es fundamental.

Un reto, un viaje, una aventura, una comunidad de trabajo.

Coscatl te invita a formar una comunidad de trabajo basado en la confianza, consciencia y corresponsabilidad.

Lee el relato completo en https://www.coscatl.com/product-page/libro


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