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Por qué enfocarte en las fortalezas de tu equipo y no en sus debilidades


Porque al hacerlo potencilizarás tus resultados, estarás más tranquilo y relajado, tu día será aún más positivo, tu visión de las cosas se clarificará, encontrarás nuevas estrategias y nuevos caminos por tomar más productivos y eficientes, porque estarás del lado de la realidad, de lo que existe, de lo que puede llegar a ser.

Y yo diría, ¿Por qué enfocarte en tus fortalezas como persona? ¿Cuál es realmente tu aportación? ¿Qué de lo que realizas hace la diferencia cada día? ¿Qué hace tu equipo de trabajo que lo convierte en un equipo único y valioso? ¿Qué los distingue de los demás?

Es probable que no tengas esas respuestas muy a la mano, pues nuestra mente se la pasa la mayor parte del tiempo encontrando el punto negro de la hoja; las fallas del equipo, lo que hacen mal los demás, la mala manera de pedirte las cosas, el ausentismo, los problemas, el que no se entregan las cosas a tiempo, lo que no haces bien, que recaes y recaes en esos defectos, etc.

Estamos tan acostumbrados a buscar cambiar lo que no funciona o lo que no nos gusta tanto de nosotros mismos como de los demás, que nos olvidamos de ver con qué sí contamos para salir adelante. Cuáles son esas fortalezas que te tienen donde estás, y que logran que la organización, y tú, estén de pie.

Tal vez no estés llegando a algún resultado, en lo personal o en lo organizacional, pero eso no significa que estés haciendo todo mal, al contrario, estoy segura que hay muchas cosas positivas y funcionales que logran cada día, y es en esas cosas, actitudes y acciones que se logran, en las cuales hay que basarnos para llevarte a ti y al equipo a alcanzar su mayor potencial.

Para ser realmente lo mejor que puedes ser, y para que tu equipo sea realmente el mejor equipo que puede llegar a ser, necesitas empezar a buscar lo que sí haces bien y replicarlo, aumentarlo, alimentarlo, llevar tu atención ahí, dedicarle energía, tiempo y esfuerzo para entender como es que eso que sí funciona, funciona. Haciéndolo tu cultura, tus hábitos, de lo que hablas durante los descansos o en el café, de lo que te hace despertarte cada día con más ganas de ir a trabajar, de la confianza en que las cosas sí pueden mejorar, pues tienes tela de donde cortar.

Existe una teoría de productividad, empezada por el economista y filósofo Vilfredo Pareto, que ha demostrado que el 20% del 100% de lo que haces para lograr algo es lo que realmente logra los resultados que tienes. Es muy probable que no conozcas cuál es ese 20% que te mantiene donde estás, pocos lo tenemos claro, y por eso te invito a cuestionarte ¿qué de todo lo que haces, es lo que realmente importa?

Si te enfocas en ese 20% de lo que haces, que sí funciona y te lleva al éxito, y te dedicas a ampliar ese porcentaje, irás creciendo y alcanzando mejores resultados, sin embargo, mientras más tiempo dediques a estarte fijando en lo que “no se logra”, “no se hace bien”, probablemente estarás en ese 80% que si bien existe y es importante considerarlo, no es realmente el que podría potencializar tus resultados.

Es una manera diferente de ver las cosas: en lugar de corregir tus errores o eliminar tus debilidades o cambiar y luchar contra lo que no te gusta de ti o de tu equipo, mejor optimiza tus fortalezas, ponle atención a tus cualidades, realza lo que logran tus compañeros, enfócate en lo que sí te gusta de los demás, y verás que inmediatamente todo empezará a mejorar.

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